Inolvidables noches de baloncesto

Editorial

INOLVIDABLES NOCHES DE BALONCESTO

Por José María Troche 
pitotroche@yahoo.com.ar

Un generoso esfuerzo de dirigentes, entrenadores árbitros y sobre todo, jugadores, intenta devolver al básquetbol el gran protagonismo que tuvo, a partir de los primeros años de la década del 50. Deporte joven aún entre nosotros, supo ganarse el corazón de la gente y sin duda alguna se constituyó y se mantuvo como segundo deporte más importante, después del fútbol. Con una pequeña diferencia: el básquetbol acumula tres títulos sudamericanos en la categoría mayor, cosa que el fútbol aún no pudo empatar.

Pero el básquetbol no era patrimonio exclusivo de la capital, sino que también en el interior alcanzó gran desarrollo, sobre todo en la Encarnación de aquellos años, hasta tal punto que fue la primera federación creada en el interior. Me cupo, siendo niño y actor teatral del elenco “Julio César Franco” de ex alumnos de Salesianito, viajar en tren hasta “la perla del sur”, que además llevaba un gran equipo de básquetbol para enfrentar en un par de amistosos al ya famoso Sacachispas encarnaceno.

Recuerdo que ganamos con una excepcional actuación de “Chitón” Zappatini y de Blas Varela (de la Acción Católica de la parroquia), por entonces ya jugando en Ciudad Nueva. “Neneco” Isusi, otro vecino del barrio, se excusó y no pudo acompañarnos. Pero en aquella ciudad conocí a los hermanos Yegros: Chocho, Chichito que por entonces me parece que ya jugaban en Libertad, porque cuando regresamos de aquel viaje, se unió a nuestra comitiva el menor de ellos Fulgencio, con destino al mismo club.

Ya antes, en los patios de Salesianito, jugábamos un básquetbol “imaginario” porque no teníamos tablero ni aros y una marca en la pared indicaba que pegando la pelota allí, era doble. Ante la necesidad de practicar para un torneo inter escolar de 1954, nos fuimos a la cancha del “Deportivo Gastón” militante en la segunda de ascenso, frente al Cine Pettirossi, al lado de la ferretería “El Aviador” donde vivía nuestro compañero, Antonio Nunes, que había sido –lo supimos después- era hermano de la célebre Edith.

No hace mucho lo encontré después de muuuuchos años, y revivimos brevemente entre en el ajetreado mundillo de un súper mercado.

Aquel campeonato fue mi primera experiencia y –guardando las distancias- me pasó lo que a Oscar: decidí que ya que no servía para el fútbol, por mi estatura, debería dedicarme al básquetbol. Mientras tanto seguía mi carrera de aprendizaje, viendo jugar a los “monstruos” de nuestro mundo de aquella época: los ya nombrados hermanos Yegros, Gorostiaga, Isusi, Amarilla, Bogado, Bacigalupo, Velásquez, Zapattini, los hermanos Bogarín, Babi Olavarrieta y ... la lista sería interminable citando a los que me llenaron los ojos de básquetbol.

No me olvido de las chicas que, comandadas por África Battaglia ganaron el sudamericano del 52 en infartantes noches del Comuneros. Presencié un solo partido, contra Argentina que concluyó con una gran manifestación callejera al termino del partido. Por tal motivo, ya no fuimos al juego final. Lo escuchamos en el vibrante relato de Pedrito García.

Pero fue hacía el final de la década del 50 que empecé a deleitarme verdaderamente, cuando la generación liderada por Edith Nunes comenzó a sobresalir, asombrando al continente con su calidad, peleando siempre los primeros puesto y obteniendo el campeonato de 1952, en otra inolvidable noche del Comuneros.

Me metí en el mundo del básquetbol a partir de aquel sudamericano del ’62, ya incursionando en el periodismo deportivo, aunque solo de mirón. Antes había pasado por las inferiores de Cerro Porteño, en los años que se armó el gran equipo que luego sería campeón y donde nacieron entreñables amistades que perduran hasta hoy día.

Los éxitos logrados por mujeres y varones catapultaron al básquetbol a alturas siderales, y los torneos locales se convirtieron en verdaderas fiestas. Equipos de gran nivel participaban de los torneos, y el público respondía con pasión y persistencia, incluso en las crudas noches de invierno, en nuestras muy frescas canchas al aire libre. El tiempo de los gimnasios cerrados estaba todavía lejano.

Los grandes clásicos eran imperdibles. Olimpia y Ciudad Nueva congregaban multitudes; el invencible “fortín” de Presidente Hayes no reconocía grandeza y derribaba a casi todos, la inolvidable canchita del Sport Unión, la vieja cancha de Ciudad Nueva, en Santa Fe y 25 de Mayo, el célebre equipo de Libertad, el Nacional de los “doctores”, entre varones. Y entre las mujeres, ¡cuánta vibración, y cuánto entusiasmo despertaban!.